Opinión de Jorge León Orantes de Santamarina+Steta
El mercado de fusiones y adquisiciones (M&A) en México vive una etapa de expansión que supera las expectativas incluso de los actores más optimistas. El repunte del capital movilizado refleja un renovado apetito por invertir, tanto de fondos internacionales como de corporaciones nacionales que buscan reposicionarse en un escenario económico más competitivo. Lejos de tratarse solo de un fenómeno financiero, este dinamismo abre una ventana de oportunidad para el país, pero también desnuda los retos jurídicos y regulatorios que podrían convertirse en freno si no se atienden con prontitud.
El flujo creciente de recursos exige un ecosistema de transacciones cada vez más sofisticado. La Ley del Mercado de Valores, la Ley General de Sociedades Mercantiles y las disposiciones de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores fueron diseñadas para ofrecer un marco robusto, pero hoy enfrentan el desafío de un mercado que se mueve a velocidades inéditas. Las operaciones ya no solo involucran la compra de compañías completas, sino estructuras complejas que incluyen adquisiciones parciales, reorganizaciones, participaciones de fondos globales y sinergias tecnológicas que requieren nuevas formas de supervisión.
En este contexto, la diligencia debida —ese proceso que debería detectar riesgos, pasivos ocultos o inconsistencias financieras— se convierte en el corazón jurídico de cualquier operación. La transparencia ya no es solo un valor deseable, sino una condición indispensable para garantizar que el capital fluya sin sobresaltos. Los inversionistas, especialmente los extranjeros, colocan la certeza jurídica como uno de los factores determinantes para cerrar o abandonar una negociación. México compite con mercados como Brasil, Colombia y Chile, donde la modernización regulatoria ha avanzado con fuerza. No hacerlo implica quedar rezagado.
El aumento de capital también eleva los riesgos. La tentación de prácticas abusivas, conflictos de interés, información privilegiada o estructuras diseñadas para evadir responsabilidades fiscales puede crecer al ritmo del dinero disponible. Por ello, las autoridades regulatorias deberán reforzar auditorías, sanciones y mecanismos de vigilancia que, durante años, han mostrado inconsistencias. La integridad del mercado depende de ello: sin reglas claras y exigibles, el auge podría convertirse en espejismo.
Para las empresas, el reto es doble. No solo deben asegurar que sus procesos internos de gobierno corporativo estén alineados a estándares internacionales, sino que deben asumir que la integración post-fusión es tan importante como la negociación inicial. Los contratos requieren cláusulas de indemnidad más sólidas, garantías que protejan a los accionistas minoritarios y mecanismos de resolución de disputas que ofrezcan soluciones rápidas y equitativas. Un error de diseño jurídico puede convertir una operación prometedora en un litigio prolongado.
El impulso del mercado M&A mexicano es una buena noticia, pero su consolidación dependerá menos del volumen de capital y más de la capacidad del país para construir confianza. El crecimiento financiero solo tendrá efecto real si está acompañado de transparencia, profesionalización legal y una modernización regulatoria que privilegie la certeza sobre la improvisación. En un entorno global competitivo, México tiene ante sí una oportunidad histórica: convertir el auge del M&A en un motor sólido de inversión y desarrollo, o permitir que se diluya por falta de reglas claras. El tiempo, como suele ocurrir en los mercados, no espera.



